Querida niña triste de los años cuarenta
aún veo tu sonrisa con plena claridad
cuando llevabas sueños prendidos de tus
trenzas
y muchas ilusiones, todas sin estrenar.
Apenas te rozaron los ecos de la guerra
Pero si los rigores de la difícil paz
y tuviste muy cerca el hambre y la miseria
pero no ensombrecieron tu luz primaveral.
Cuando doblo la esquina de la senda pasada
la que puede pisarse una vez nada más
quiero llenar mis ojos de tu imagen callada
pero si no vuelvo a verte cuando mire hacia
atrás.
Y aunque sigan pasando las horas y los días
por el nuevo camino que tengo que cruzar
no miraré el fracaso de mis manos vacías
y volveré a los sueños que no pude soñar.
Infancia tan lejana, mariposa dorada
se quemaron tus alas en un rayo de luz
mas dejaste en mis manos el fulgor de las
hadas
como un pacto indeleble de eterna juventud.
Para ti no era amargo aquel duro presente
esperando el futuro mecías la ilusión
lo mismo que acunabas con sonrisa inocente
aquellos muñecotes de cara de cartón.
Adiós niña lejana que marcó mi destino
y a través de los años no he podido olvidar
quizá vuelva a encontrarte al final del
camino
donde el tiempo no tiene principio ni final.
He querido evocarte esta tarde lluviosa
cuando espera ese otoño que tiene que venir
ahora también hay sueños, ahora también
hay rosas
buscaré en tu recuerdo razón para seguir.
Autora: Rosa del Olmo (ha obtenido un premio en Ciudad Rodrigo)